TODO LO QUE NO TE DIJE POR MIEDO A PERDERTE
o la historia del gato negro que se convirtió en ceniza.
Hace mucho tiempo que tengo esta historia en el borrador. Tanto tiempo que ya no recuerdo cuando la escribí. Ni cuanto tiempo ha pasado desde la última vez que te besé. Puede que hasta ahora era incapaz de recordarla sin caerme a pedazos.
Esta es nuestra pequeña historia llena de nada. Nada es lo que hay entre tu y yo. Te adelanto que no tiene un final bonito. Rectifico: no tiene un final. Así que quien espere resolver dudas, mejor se olvide.
Todo empezó la noche en la que te conocí: Las luces, ruidos y colores de esa fiesta me ahogaban. Necesitaba huir, esconderme en la noche, y te susurré al oído: "Por favor, sácame de aquí". Cogiste mi mano y nos alejamos del ruido y la suciedad.
La luna fluorescente dibujaba nuestras siluetas en ese callejón oscuro. Hacia frío, mucho frío ... me acerqué a ti, parecías desprender algo de calor, el justo y necesario.
Yo era una Soñadora encarcelada que vivía en un tejado. Tú un Navegante sin ancla con un barco cargado de sueños. Tú vida era pura fantasía surcabas los cielos, mares, selvas, desiertos y galaxias sin miedo ni rumbo alguno.
Creo que en ese momento no habría imaginado jamás que te convertirías en el sueño que logra dormirme y la pesadilla que me despierta a medianoche.
Desde ese día, nunca deje de esperarte impaciente por las noches. Por muy frías y largas que fueran siempre permanecía sentada en el tejado, junto al humo gris de la chimenea. Me encantaba escuchar tus aventuras, salir a bailar por las calles mojadas, escondernos debajo los coches,saltar por los tejados, maullarnos al oído, contemplar la luna llena... Salvajes, instintivos y puros incoherentes. Eramos Animales de Noche.
No me importaba que te marcharas, tan solo que algún día llegaras a olvidarme. Muchas noches de tormenta despertaba sobresaltada por pesadillas en las que no recordabas mi nombre. Por eso te arañaba el corazón cada vez antes de irte.
Ha pasado tiempo, mucho tiempo esperando, muchas noches estrelladas cogiendo ceniza al lado de la chimenea, largas horas de frío y viento gritando a la nada. La Nada que hay entre tú y yo.
Recuerdo la última vez que te vi en aquel viejo café, perdido en el barrio antiguo de la ciudad. Parecía que nada había cambiado entre nosotros: te sonreía, me sonreías, acariciabas mi mano y tus ojos me atravesaban como siempre lo habían hecho.
Estábamos tan cerca... solo nos separaba una taza de café. Pero tu mente parecía estar a miles de kilómetros de allí, perdido en alguna de tus aventuras.
Tenia tantas cosas que decirte... y enmudecí. No pude pronunciar ni una sola palabra.
Nos despedimos sabiendo con certeza que tanto tu como yo tendríamos pesadillas el uno con el otro. No sabíamos cuando volveríamos a vernos. Siempre ha sido así.
Y todo lo que no te dije por miedo a perderte se quedo allí, en el fondo de aquella taza de café.
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