Los silencios de Peter Pan
La otra noche vino a verme Peter Pan. Era el día de la Coronación de los Sapos.Se había roto una estrella en el cielo y no quería seguir pensando en ello. Mejor no recordarlo,era mi estrella favorita.
Se acercó a la ventana abierta con timidez. Hacía tiempo ya que no venía a visitarme,aunque sabía que tarde o temprano lo haría. Llenó de burbujas toda mi habitación.Hablando de la cabaña del árbol, indios y sirenas,tumbados en el suelo mirando el techo, le propuse un trato:
-Yo te enseñare a crecer si tú me enseñas a volar.
Él dudaba silencioso. Seguía mirando al techo.
Jugamos durante rato a ser niños,Peter, yo y su sombra.Volaban los cojines por la habitación. No eramos conscientes del tiempo, como en Nunca Jamás… Estábamos tan cerca, tan cerca…
-¿Quieres que me vaya?-preguntó.
- No.
Me abrazó por la espalda, noté su respiración, y recordé que él aún tenia un largo camino hacia Nunca Jamás,la segunda estrella a la derecha.Éramos dos imanes... ¿Sabes lo que hacen los imanes? Se atraen y se repelen.
El silencio hablaba por nosotros.Me estaba enseñando a volar cuando de repente clavó su mirada en la mía. Fruncí el ceño.
-¿Por qué frunces el ceño?
-Porque es imposible volar si la gravedad tiene mis pies pegados al suelo. Y ¿sabes? estoy harta de piratas que solo me quieren por mis tesoros.
- Yo no soy un pirata. Soy un niño perdido. – dijo- ¿Y tú por qué sigues pidiendo la verdad a las margaritas?
Enmudecí. Imposible explicar lo que uno no sabe.
-Es tarde ya, debo irme.
-Te odio Peter. Te odio.
Ni me escuchó, sabía que mentía peor que volaba.
No quería crecer. Ni él ni yo, pero yo debía hacerlo. Fueron explotando todas las burbujas que flotaban en mi cuarto. Peter se marchó, pero su sombra se quedó a dormir conmigo.
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